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Educar las emociones

  • Foto del escritor: Irene Moreno
    Irene Moreno
  • 9 ene 2016
  • 2 Min. de lectura

La inteligencia emocional se podría definir como la habilidad para tomar conciencia de las emociones propias y ajenas, así como la capacidad para regularlas. Para ello incluye cuatro grupos de habilidades: sociales –capacidad de relacionarnos con los demás de forma asertiva-, de conciencia de sí mismo –percepción e identificación de la emoción-, de autorregulación y de empatía.

Se comienza a desarrollar en la infancia, y de hecho, el contexto familiar es una oportunidad idónea para el desarrollo de competencias emocionales.

¿QUÉ PODEMOS HACER EN CASA?

  • Proporcionar un MODELO adecuado de gestión emocional; recordemos que la forma más importante en que los niños aprenden, es la imitación.

  • COMUNIQUEMOS de forma natural los SENTIMIENTOS en la familia, esto incrementa la empatía, comprensión y expresión emocional. En ocasiones, llegamos a casa enfadados, cansados, tristes, agobiados… pero no comunicamos este estado de ánimo a nuestra familia. Es una oportunidad desaprovechada.

  • Los sentimientos no son lógicos, ante una misma situación cada persona puede sentir y actuar de forma diferente; por ello la base es el RESPETO a cómo SE SIENTE alguien, incluso cuando no lo entendamos.

  • Ninguna emoción o sentimiento es malo o deplorable. Los pequeños tienen que saber que pueden expresar siempre lo que sienten y que NO VAN A SER JUZGADOS, rechazados o recriminados por ello. Por ejemplo, muchos niños han oído que la envidia es mala pero lo cierto es que es natural, también los adultos la sentimos, la diferencia está en si somos capaces o no de regularla, de manejarla y gestionarla.

  • ESCUCHAR: los pequeños necesitan a los adultos a su lado. Es importante que los padres estemos cerca de ellos para ayudarles en lo que necesiten, valorar los esfuerzos que hacen y saberles recompensar. De esta manera, los niños se sentirán en buena relación con los padres.

  • Suele dar malos resultados utilizar la interrogación persistente–“qué te pasa, qué piensas, porqué no hablas…”-, podemos facilitar la expresión emocional con preguntas más abiertas, tener en cuenta los momentos o iniciando la conversación con la emoción, como por ejemplo: “ya veo que estás enfadado…”, “yo me siento… cuando tu…”.

  • Es muy útil APROVECHAR CUALQUIER SITUACIÓN que presenciemos en la calle, veamos en la tele, nos cuenten… para analizarla y preguntarles cómo se habrían sentido ellos, qué habrían hecho… Esto incrementará su nivel de empatía y nos dará la oportunidad de conocer las opiniones que tenemos padres e hijos.


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