Un universo pendiente de educar: Gestión de emociones en la infancia
- Irene Moreno
- 27 feb 2016
- 1 Min. de lectura
“De qué sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el Universo… si no sabe dónde poner su tristeza o su rabia" decía Jose María Toro. Las emociones, son una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. En el desarrollo humano, des de la temprana primera infancia, estamos en contacto con ellas y con su multiplicidad de matices, pudiendo sentir y experim
entarlos conjuntamente con nuestras vivencias. A pesar de su vital importancia, una de las inteligencias que quedan pendientes por enseñar a gestionar es la inteligencia emocional. Las emociones son claves para nuestro desarrollo global y fundamental para el bienestar personal.
Etimológicamente la palabra inteligencia proviene del latín intelligentia, que a su vez deriva de inteligere, compuesta por dos términos: “entre” y “escoger”… es decir, “quién sabe escoger”, y aquí entra de pleno la emoción, siendo muy difícil separar la bien conocida pareja históricamente antológica “razón-emoción”.

Curiosamente, los últimos estudios sobre aprendizaje apuntan a que sin la emoción, difícilmente hay aprendizaje. Por tanto, una vez más tener en cuenta los procesos emocionales para nuestro crecimiento vital, académico y personal son muy importantes. Las capacidades como la autoregulación, la comprensión y la expresión emocional se van adquiriendo, moldeando y gestionando a lo largo de todo el desarrollo vital des de nuestra primera infancia; es nuestro trabajo, des de bien pequeñitos enseñar a identificar, moldear, sentir, experimentar y gestionar todo el abanico del universo emocional.
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